Economía y Mercado
Los efectos de la trampa del euro
PAUL KRUGMAN | DESDE NUEVA YORK
No hace mucho, los economistas europeos solían mofarse de sus contrapartes estadounidenses por haber cuestionado los beneficios de la marcha de Europa hacia la unión monetaria. "En su conjunto", declaró un artículo publicado en enero, "hasta el momento al euro le ha ido mucho mejor que lo pronosticado por muchos economistas estadounidenses".
¡Ups! El artículo resumió las opiniones de los escépticos del euro como: "No puede ser, es una mala idea, no durará". Bueno, la moneda sí se creó, pero en estos momentos parece haber sido una mala idea exactamente por los mismos motivos citados por los escépticos. Y en lo que respecta a si durará, repentinamente, parece una pregunta abierta.
Para entender el embrollo del euro -y sus lecciones para el resto de nosotros- es necesario ver más allá de los titulares. En la actualidad todo mundo se enfoca en la deuda pública, lo que puede hacer creer que todo se trata de una simple historia de gobiernos que no pudieron controlar su gasto. Pero eso apenas explica parcialmente el caso de Grecia, en menor medida el de Portugal y en nada el de España.
Anuncios GoogleEl hecho es que hace tres años ninguno de los países actualmente en crisis o cerca de ésta parecían registrar graves problemas fiscales. Incluso, el déficit presupuestal de Grecia de 2007 no fue mayor, como porcentaje del PIB, que el registrado por Estados Unidos a mediados de la década de 1980 -en la era de Ronald Reagan- mientras España de hecho registró superávit. Y todos estos países atraían flujos considerables de capital externo, debido principalmente a que los mercados creían que la pertenencia a la zona del euro hacía que los bonos griegos, portugueses y españoles fueran inversiones seguras.
Pero después llegó la crisis financiera. Los flujos de capital se secaron; los ingresos se desplomaron y los déficit crecieron; y la membresía al euro, que había fomentado que los mercados se inclinaran con poco juicio por los países en crisis, se convirtió en una trampa.
¿Cuál es la naturaleza de la trampa? Durante los años de dinero fácil, los salarios y los precios de los países en crisis crecieron más rápido que en el resto de Europa. Ahora que el dinero ya no está llegando, estos países necesitan ajustar a la baja sus costos.
Pero ahora es mucho más difícil lograrlo que cuando cada nación europea tenía su propia moneda. En ese entonces, se controlaba los costos ajustando el tipo de cambio. Por ejemplo, Grecia reduciría sus salarios relativos con los alemanes simplemente bajando el valor del dracma en relación con el marco alemán. Ahora que Grecia y Alemania comparten la misma moneda, la única forma de reducir los costos relativos griegos es a través de alguna combinación de inflación alemana y deflación griega. Y dado que Alemania no aceptará inflación, la opción es la deflación.
El problema es que la deflación -la caída de los salarios y precios- siempre y en todas partes es un proceso doloroso. Invariablemente conlleva un prolongado desplome del nivel de actividad de la economía y alto desempleo. Y también agrava los problemas de deuda, pública y privada, porque los ingresos caen y la carga de la deuda no.
De ahí la crisis. Los problemas fiscales de Grecia serían graves aunque probablemente manejables si el panorama económico del país para los siguientes años luciera incluso moderadamente favorable. Pero no es así. A principios de la semana pasada, al calificar a la baja la deuda del país, Standard & Poor`s sugirió que el valor en euros del PIB de Grecia no regresaría a su nivel de 2008 hasta 2017, lo que significa que Grecia no tiene esperanzas de salir de sus problemas vía crecimiento.
Todo esto es exactamente lo que temían los escépticos del euro. Renunciar a la capacidad de ajustar los tipos de cambio, advirtieron, invitaría crisis futuras. Y ya sucedió.
Entonces, ¿qué le pasará al euro? Hasta hace poco, la mayoría de los analistas, incluyéndome, consideraban básicamente imposible el rompimiento del euro, dado que cualquier gobierno que insinuara estar considerando el abandono de la moneda estaría invitando a un catastrófico retiro masivo de dinero de sus bancos. Pero si los países en crisis se ven forzados a la moratoria, probablemente de cualquier forma se enfrentarán a crisis bancarias, obligándolos a adoptar medidas de emergencia como restricciones temporales a los retiros bancarios. Esto abriría la puerta al abandono del euro.
Entonces, ¿el euro en sí mismo corre peligro? En una palabra, sí. Si los líderes europeos no empiezan a actuar más enérgicamente, brindando a Grecia suficiente ayuda para evitar lo peor, es muy probable que se presente una reacción en cadena que empezará con la moratoria griega y terminará causando más destrozos.
Mientras tanto, ¿cuáles son las lecciones para el resto de nosotros?
Los críticos del déficit ya están intentando apropiarse de la crisis europea, presentándola como ejemplo de los problemas de los números rojos gubernamentales. Lo que la crisis realmente demuestra, empero, es el peligro de ponerse una camisa de fuerza política. Cuando se unieron al euro, los gobiernos de Grecia, Portugal y España abandonaron la posibilidad de hacer algunas cosas malas, como imprimir demasiado dinero; pero también se negaron la posibilidad de responder flexiblemente a los acontecimientos.
Y cuando las crisis golpean, los gobiernos necesitan poder reaccionar. Eso es lo que olvidaron los arquitectos del euro, y es lo que el resto de nosotros necesitamos recordar. THE NEW YORK TIMES
lunes, 10 de mayo de 2010
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