jueves, 14 de enero de 2010

Sobre el Embajador Patinio Mayer

Muchas veces no comparto las opiniones de Juan Raul Ferreira. Pero en este caso me parece muy oportuno el artículo que escribió en la República. Cuando se disparó esta polémica, al escuchar los titulares, pensé que el embajador argentino se había equivocado al hacer una comparación tan gruesa entre los supuestos "pepes". Pero resultó que tal comparación no era, sino que hacia una consideración de cada uno de ellos en su propio contexto de acción. Nada que ver, titular con contenido de nota. Por lo tanto, lo dicho es una consideración propia de un embajador político, en una nota en su propio país.
Por otra parte, tengo un respeto importante por Patinio Mayer en lo que tiene que ver con su firme declaración sistemática en materia de respeto a los DD.HH. y a los desaparecidos, cosa que lo diferencia mucho de otras personalidades de nuesto país.
Por lo tanto me parece importante incluir el reportaje a Juan Raul Ferreira.
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ELOGIAR AL PRESIDENTE NO ES UNA INTERVENCION
Por Juan Raúl Ferreira *
Patiño Mayer había renunciado en diciembre. Era reservado pero como se dice: "todo Madrid lo sabía." Aunque era predecible por el tiempo que llevaba en el cargo, era una pena. Se abre una oportunidad de rever nuestras relaciones con Argentina que él nos podría haber ayudado a aprovechar. Lo que no pensó nadie es que antes de partir se le sometiera a un incómodo, injusto y evitable cuestionamiento.
Se podrá decir que me comprenden la generales de la ley por ser su amigo. Pero también lo soy de Jorge Larrañaga y de Sergio Abreu, además compañeros de partido. Por lo que, puedo hablar con serena objetividad.
Hernán Patiño debe haber cometido errores, entre otras cosas por el largo tiempo desde que se encuentra entre nosotros. Y aciertos, algunos de ellos muy grandes. Por encima de todo, lo que no cabe duda, es que quiere profundamente al Uruguay. En el umbral del cambio a un nuevo gobierno, habiendo anunciado éste su prioridad por solucionar el tema del corte de puentes, esta crisis veraniega parece ser, en el mejor de los casos inoportuna.
Mi viejo profesor Fernando Belaúnde Terry (que era ex y futuro presidente del Perú) solía decir en clase: "La política exterior es el arte de solucionar problemas. Crearlos donde no los hay, es su negación." Por eso más allá de lo injusto del episodio, cabe una primera pregunta. Siendo obvio el daño que esto causa: ¿En qué se beneficia al Uruguay? En nada.
¿Intervino el embajador Patiño en los asuntos internos de Uruguay? No, categóricamente no. Debemos rápidamente acostumbrarnos a que José Mujica no es más candidato, sino presidente electo y desde el próximo 1º de marzo jefe de Estado. Si vamos a pedir que se considere una intervención en nuestros temas por elogiarlo, terminaremos echando a cuanto visitante extranjero llegue protocolarmente a nuestras tierras. Las expresiones ­no electorales­ de Patiño Mayer, fueron escritas en su país, es decir, en estricto cumplimiento de sus deberes de embajador. Compartirlas o no, no es problema nuestro.
Se hace hincapié en cuestiones de forma (Convención de Viena) violándola, así como todos los usos, costumbres y prácticas de estilo. En efecto, la modalidad de incriminar fuera de los canales de relacionamiento de Estado a Estado, en forma pública a un embajador viola el artículo 29 de dicha Convención en cuanto a la dignidad y respeto con que debe ser tratado.
El citado artículo 41 no prohíbe opinar, hablar ni elogiar. Dice textualmente "inmiscuirse en los asuntos internos." Decimos con el enciclopedista diplomático Rodrigo Borja (ex presidente de Ecuador) "el término inmiscuirse es lo suficientemente ambiguo como para que su aplicación dependa más de usos y costumbres que del diccionario de la Real Academia (...), por lo que concluimos que la prohibición se refiere exclusivamente a cometer actos ofensivos o perjudiciales, fuera del relacionamiento bilateral (...)"
La idea que un embajador no puede opinar sobre "los asuntos internos" del país donde está acreditado debe tomarse en un contexto dado y con mucho sentido común. Si no, no podría ser embajador. Cuando yo pedí en Argentina que se derogaran normas que impedían el ingreso de bicicletas fabricadas en Uruguay, ¿intervine en sus asuntos internos? Estaba pidiendo la derogación de un decreto. Asistir a convocatorias partidarias no necesariamente es una injerencia proselitista. Yo fui, siendo embajador, a los homenajes que la UCR hizo al Dr. Rulé al cumplirse años de su fallecimiento. Si la tesis sostenida por los dos legisladores fuera correcta, el Frente Amplio y el Partido Colorado, podrían haber solicitado la expulsión de Patiño cada vez que éste concurriera a los homenajes a Wilson Ferreira Aldunate, convocados por el Partido Nacional.
Si no se buscó apenas protagonizar un escándalo, sino hacer un planteo al canciller, el mismo debió ser hecho en forma reservada. Si se consideraba necesario hacer declaraciones a la prensa se debió hacer después y no antes de las gestiones. El Dr. Abreu, que fue un gran canciller, sabe que esto está en el ABC de cualquier manual para diplomáticos novatos. El anuncio de que un partido había declarado "persona no grata" al embajador, aunque luego fue desmentido por otros voceros, no tiene el más mínimo sustento jurídico. El que lleva la relación con otros estados es el Poder Ejecutivo y solo a él compete esa declaración, veremos ya en qué circunstancias.
El anuncio de llevar al tema al Parlamento, es otro error de forma tremendo. Es cierto que nuestro sistema constitucional prevé una serie de equilibrios en la separación de poderes y que ésta no es absoluta. Así pues, en política exterior, el Senado tiene su palabra sobre la designación de embajadores. Pero sobre los nuestros en el exterior, no sobre los de otros países en Uruguay. Para eso existe el instituto de la venia. El plácet para que se acredite uno, o el extremo de la declaración de persona non grata, es competencia exclusiva del Poder Ejecutivo, sin que tenga este necesidad de dar razones por una u otra decisión ni en Uruguay ni al país acreditador.
En diplomacia, como en casi todos los órdenes de la vida, vale el dicho: "El que se calienta, pierde." El tono de las declaraciones en la puerta de la Cancillería está fuera del estilo y de la tradición nacional. Y ese estilo, propio de nuestra idiosincrasia es nuestro valor diferencial. Se ha mantenido a pesar de los cambios de gobierno y la rotación de los partidos en el ejercicio del mismo. Abandonarlo por situaciones propias de coyunturas político partidarias, no es aconsejable. A Uruguay se le abren grandes oportunidades en la región, contribuyamos todos a que se logre ese objetivo. Así hemos actuado siempre desde el Partido Nacional, que así se llama no por "nacionalismo" como se ha dicho, sino porque es el de la nación. (1872).
Tampoco es sano que legisladores presionen al gobierno nacional en un tema que hace a lo más sensible de nuestro interés: la relación con uno de sus dos vecinos. Sea cual sea el partido que ocupe el gobierno y los que están en la oposición, ante hechos de relevancia, es ya una tradición que el canciller, llame a todos los líderes y le informe y hasta consulte sobre situaciones claves para el destino nacional. Es un orgullo nacional. Todo lo que va en contrario de ese estilo, lastima nuestra identidad.
Mi última reflexión gira en torno a la propia figura de "persona non grata." La última vez que tengo recuerdo de una declaración así, fue durante la dictadura y en contra de un funcionario diplomático que se había interesado por la suerte de un preso político. Desde que se retornó a la democracia nunca se ha manejado la hipótesis. En el año 85, hubo una situación de mucha tensión, entre un embajador y un ministro. El entonces canciller Iglesias, citó a los delegados parlamentarios de todos los partidos y les pidió, entre otras cosas, prudencia y discreción. Pocos días después, el viceministro del país en cuestión anunciaba en Montevideo el relevo del embajador. No se mencionó la palabra no grata, expresión propia de los momentos de deterioro y no de superación de los niveles de relacionamiento bilateral.
Ha sido un episodio penoso. Espero que mis amigos Larrañaga y Abreu lo reconsideren. Al amigo Hernán, con quien supe discrepar más veces que coincidir, del que fui contraparte de trascendentes negociaciones, el reconocimiento de otro uruguayo que ha sentido la fuerza de su profundo amor al Uruguay. Seguiremos viéndonos en este pequeño mundo, con el embajador libertario, oribista y federal. Bueno es decirlo porque son cosas que solo con un argentino, es decir con hermano, se pueden compartir.
No es poca cosa. Es lo esencial. Es el embajador de Argentina, de cuyo riñón venimos y con la cual, tendremos que labrar junto a otros países de la familia regional, un destino común. Cuando me desempeñé como embajador, nunca me sentí extranjero en Argentina. Si no estamos de acuerdo con algo que diga un embajador argentino, podemos rebatirlo, pero no tomarlo como intervención. Esto hace a la esencia de la política exterior del país. Lo que a algunos suena como "aumento de dependencia" para nosotros es parte del proceso de integración

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